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Empleada de hogar de ancianos de la duda a promover la vacuna contra la COVID-19

Adelina Ramos insta a sus colegas a vacunarse y explica ante el Congreso por qué muchas personas siguen indecisas al respecto.


Asistenta de enfermería motiva a sus pares a vacunarse

Adelina Ramos, quien trabaja en un hogar de ancianos, se identifica con sus colegas que tienen dudas ante la posibilidad de vacunarse contra la COVID-19, porque ella también las tuvo.

"Yo decía: no quiero. No confío en la vacuna". Según Ramos, de 35 años, así pensaba antes de que la vacuna estuviera disponible en Greenville Center, el hogar de ancianos en Rhode Island donde trabaja desde hace cinco años. "Tenía los mismos absurdos pensamientos que todos los demás".

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Pero desde entonces, la auxiliar certificada de enfermería (CNA) ha pasado a promover la vacunación entre sus compañeros de trabajo. Su sindicato le ha pedido que hable con otros CNA que aún no se han vacunado. E incluso declaró ante el Congreso sobre la falta de campañas educativas sobre la vacunación para ella y sus colegas.

Ramos toma en serio esta labor de promoción. Entiende lo que está en juego, porque fue testigo de cómo se enfermaron veintenas de residentes —que, según Ramos, eran como su propia familia—, y dos docenas de ellos fallecieron el año pasado.

En todo el país, la COVID-19 se ha cobrado la vida de más de 180,000 residentes y empleados (en inglés) de hogares de ancianos y otros centros de cuidados a largo plazo. Unos 550,000 CNA trabajan en hogares de ancianos en todo Estados Unidos, donde prestan el 90% de los cuidados directos a los pacientes, según datos de la National Association of Health Care Assistants (NAHCA).

El año pasado, antes de la distribución de las vacunas, se realizó una encuesta informal en la que el 72% de los CNA encuestados expresaron dudas ante la posibilidad de vacunarse, señaló Lori Porter, directora ejecutiva de la NAHCA. Sin embargo, de acuerdo con los informes más recientes, la aceptación de las vacunas va en aumento. Por ejemplo, según una encuesta realizada por la Kaiser Family Foundation y The Washington Post (en inglés), a principios de marzo la mitad de los trabajadores de la salud en hogares de ancianos o en centros de vida asistida se habían vacunado contra la COVID-19.

No obstante, aún queda mucho camino por recorrer para que se vacunen los demás trabajadores. Mientras tanto, los residentes de los centros de cuidados a largo plazo siguen siendo vulnerables. En marzo estalló un brote de la enfermedad en un hogar de ancianos en Kentucky que cobró la vida de tres residentes, incluido uno que se había vacunado; este brote fue atribuido a un empleado no vacunado. Ahora, cada vez más centros están obligando a sus empleados a vacunarse, y quienes no se vacunen podrán ser despedidos.

"Quiero protegerlos"

Como mujer de color e inmigrante, Ramos comprende bien los temores que tienen sus colegas de ser objeto de experimentos. El rápido desarrollo de la vacuna también la hizo sentirse insegura. Las influencias políticas en el campo científico, junto con las declaraciones contradictorias de altos funcionarios, alimentaron sus dudas. Tampoco la ayudó la desinformación difundida por internet, por más descabellada que fuera ("¡La vacuna afectará tu ADN!", recuerda Ramos, entre risas).

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Lo que sí la ayudó, en cambio, fue su deseo de informarse. Prestó atención a las noticias y miró una serie documental de Netflix, titulada Pandemic: How to Prevent an Outbreak. Dejó de hacerle caso al bullicio que circulaba por las redes sociales y, en cambio, escuchó a expertos como el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Se dio cuenta de que la lucha contra la COVID-19 comenzó mucho antes de que ella tuviera noticias de la enfermedad y antes de que causara estragos en Greenville Center.

Según Lori Pendleton, directora ejecutiva del hogar de ancianos que alberga 125 camas, en un lapso de aproximadamente seis semanas en la primavera del año pasado contrajeron el virus 76 residentes y fallecieron 24. También dieron positivo más de 30 empleados, entre ellos Ramos —quien no tuvo ningún síntoma—, y uno de los auxiliares de enfermería falleció.

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"Fue traumatizante, algo que nunca habíamos vivido", dice Ramos, quien lleva más de una década trabajando en este sector. "Estamos acostumbrados a que fallezcan nuestros residentes. Pero por la forma en que murieron —tantos de ellos, con tantos enfermos al mismo tiempo—, no dábamos abasto. Fue horroroso".

Ramos habría preferido pasar un poco más de tiempo tomando la mano de quienes estaban a punto de morir, pero había demasiado que hacer. El hogar de ancianos ya tenía deficiencia de personal antes de que llegara la COVID-19. La pandemia agravó la situación, a medida que los empleados daban positivo y aquellos de edad avanzada que tenían enfermedades preexistentes optaban por la jubilación anticipada con el fin de protegerse, señala Ramos. Antes trabajaba un horario normal de 32 horas por semana; ahora sus jornadas eran de 16 horas, hasta siete días por semana. Cuando la parecía que ya no aguantaba más, salía del edificio para gritar o llorar. Pero luego pensaba en los residentes que ahora la necesitaban más que nunca.

Ramos considera que esta experiencia los dejó a todos padeciendo una especie de trastorno por estrés postraumático. Ella duda que logren volver a lo que llama "una normalidad normal". Pero una de las claves para seguir adelante, dice Ramos, es la vacunación.

"No quiero ser la razón por la que se infecten nuestros residentes o mis familiares", dice Ramos, quien está casada y tiene un hijo de 15 años de una relación previa, así como una hijastra de 14 años. "Quiero protegerlos".

Aumento paulatino de las vacunaciones en hogares de ancianos

Ya para cuando la vacuna llegó a Greenville Center en enero, Ramos estaba dispuesta a recibirla. Muchos de sus colegas se negaron a vacunarse por diversas razones, entre ellas su temor a los efectos secundarios. "Yo seré el conejillo de indias por ustedes", les dijo Ramos.

Desde hace tres años, Ramos ha sido delegada sindical del Service Employees International Union District 1199 New England. El sindicato le pidió que hablara personalmente con sus colegas sobre la inocuidad de la vacuna, con base en sus propias experiencias. Además, Ramos declaró ante el Comité de Finanzas del Senado durante una audiencia virtual sobre los impactos de la COVID-19 en los hogares de ancianos, donde habló de la falta de campañas educativas sobre la vacuna dirigidas a los auxiliares de enfermería.

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"Todos provenimos de distintas circunstancias. Hablamos distintos idiomas. Somos de todas partes", dice Ramos, quien se mudó de Cabo Verde —excolonia portuguesa frente a la costa de África Occidental— a Estados Unidos hace más de 20 años. "Si hubiera más recursos en la comunidad y líderes en los que pudieran confiar, sería más fácil lograr que se vacunaran", dijo Ramos ante los legisladores.

Es esencial que los mensajes sean congruentes, claros y precisos, ya sea que provengan de líderes religiosos, autoridades políticas, empleadores u otros, dice Ramos. Hasta la fecha, ella ha ayudado a convencer a diez colegas y a por lo menos cinco familiares de que se vacunen. Y se ha convertido en el primer punto de contacto para los amigos de sus padres —y de los amigos de aquellos amigos— en lo que respecta a la vacunación; en total ha ayudado a unas 20 personas a hacer sus citas para recibir la vacuna.

Gracias a este tipo de esfuerzo realizado a nivel local, el índice nacional de vacunación ha ido en aumento.

"La confianza en las vacunas entre los CNA ha aumentado desde que se realizó nuestra encuesta inicial", dice Porter, de la NAHCA, quien atribuye este aumento a las labores educativas realizadas por su organización y otras, así como al paso del tiempo. "Muchas personas esperaron hasta ver [qué pasaría con la vacuna], y a nadie le ha crecido un tercer brazo".

El número de personas vacunadas va aumentando paulatinamente en Greenville Center. Al menos el 68% de los empleados ya están completamente vacunados, y a ellos se sumarán más personas que solo tienen pendiente la segunda inyección, según Pendleton, la directora ejecutiva de Greenville Center.

"No solo se están ayudando a sí mismos y a sus familiares, sino que ayudan a proteger a todos nuestros residentes", dice Pendleton. "Eso es muy alentador para todos los familiares que dependen de nosotros para que cuidemos de sus seres queridos. Estoy sinceramente agradecida por eso".

Si Ramos logra su propósito, esas cifras de personas vacunadas seguirán aumentando, una conversación a la vez.

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