Vida Sana
Cuando Lori Nersesian de Napa, California, hace poco empezó a hacer ejercicio de nuevo después de meses de no hacerlo, no solo se dio cuenta de que estaba ganando más músculo, sino también de que tenía bastante apetito.
Nersesian, de 50 años, quien siempre ha llevado una alimentación saludable, se autodescribe como diligente con su dieta. Pero después de tomar sesiones regulares de fortalecimiento —con entrenamientos cargados de abdominales y ejercicios de peso corporal, como lagartijas— sus antojos se intensificaron. “Por lo general, alrededor de las 4 de la tarde quiero comer todo lo que esté a la vista”, explica, “sobre todo lo que no debería. Quiero comerme una bolsa entera de papitas, ¡y a veces lo hago!”.
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Los picos de hambre de Nersesian son comunes, señala Nancy Clark, dietista certificada en Newton, Massachusetts, y autora del éxito de ventas Nancy Clark’s Sports Nutrition Guidebook (2019). “Tu cuerpo es tu mejor contador de calorías”, explica. “Si tienes un auto, le pones gasolina. Si conduces solo 20 millas, necesitas menos gasolina que si conduces 100. Lo mismo ocurre con el cuerpo”. Cuando haces ejercicio, aumentas el gasto de calorías y necesitas más comida. Si no comes lo suficiente —o no comes los alimentos adecuados—, te dará hambre, dice.
Pero antes de consumir una barrita energética, considera también que hacer ejercicio puede darte más sed. “Muchas veces puedes pensar que el cuerpo tiene ganas de comer algo, pero tal vez lo que tu cuerpo quiere es agua”, dice Clark, quien señala que a medida que envejecemos, nuestro “mecanismo de la sed no es tan sensible, lo que significa que puede que no tengamos sed incluso cuando nuestro cuerpo necesita líquidos”.
Para asegurarte de que te hidratas lo suficiente, bebe cada dos o cuatro horas y comprueba que tu orina sea de color amarillo claro. “Si no es así, deberías beber más”, dice Clark.
Las hormonas del hambre en acción
Gran parte del hambre que se produce después del ejercicio se estimula por las hormonas, explica Tina Marinaccio, dietista certificada en Nueva Jersey y entrenadora personal certificada por el American Council of Exercise. “Si el glucógeno, o el azúcar almacenado, se agota después de un entrenamiento intenso, hay un aumento de la hormona grelina, que nos da hambre”, explica Marinaccio. “Esto es muy cierto si se hace ejercicio después del ayuno, por ejemplo, si te ejercitas por la mañana con el estómago vacío después de no haber comido en toda la noche”. Tal fue el caso de Nersesian, quien suele hacer ejercicio por la mañana después de una simple taza de café.
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