Vida Sana
Al comenzar el cuarto año de COVID-19, la vida en Estados Unidos es una historia de dos pandemias. En aspectos significativos, la mayor crisis de salud de nuestra época parece estar llegando a su fin: ha disminuido notablemente el uso de mascarillas, los restaurantes están prosperando, las salas de conciertos vuelven a agotar las entradas con el regreso de los músicos a los escenarios y el presidente Biden anunció que las declaraciones federales de emergencia finalizarán el 11 de mayo. Y, sin embargo, al disminuir la inmunidad y con solo el 41% de los adultos mayores protegidos con el refuerzo actual, volvemos a ver titulares aterradores: ha surgido una nueva cepa contagiosa de COVID-19. Además, aunque las hospitalizaciones en general han disminuido, las personas de 70 años o más se internan por COVID-19 a un ritmo cuatro veces superior al de la población general, y la mayoría de las muertes se producen entre personas mayores de 64 años. Nada es normal en esta nueva normalidad. Desde la atención médica hasta los viajes y el tiempo que pasamos en familia, hemos clasificado lo que está cambiando, y lo que no.
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Salud y bienestar
Gracias a sus conocimientos y su sabiduría, los adultos mayores del país se adaptaron y salieron adelante...
Sin embargo, el consumo de alcohol y la aptitud física han resultado ser importantes desafíos.
Las vacunas han sido fundamentales. Una proporción casi universal de los adultos mayores —un sorprendente 94% de los mayores de 65 años— recibieron todas las vacunas contra la COVID-19. Es un nivel que las autoridades de salud esperan alcanzar para los adultos mayores que reciben la imprescindible vacuna bivalente de refuerzo, a pesar del retraso. “La reticencia y el partidismo con respecto a las vacunas que más ampliamente afectaron la respuesta a la pandemia no se han manifestado entre la población de más edad, y eso realmente dio sus frutos”, señala el Dr. Ashish Jha, coordinador de respuesta contra la COVID-19 de la Casa Blanca.
A la población de mayor edad le fue mejor en el plano psicológico. Es cierto que la gran mayoría de los 1.1 millones de vidas que el virus cobró en EE.UU. fueron de personas mayores de 65 años. Pero a pesar de ese saldo desolador, “las personas mayores en general tenían la experiencia, los recursos y la capacidad para resistir esta crisis mejor que las generaciones de mediana edad y las más jóvenes”, comenta Laura Carstensen, directora del Centro de Longevidad de Stanford. Al salir de la COVID-19, las personas de 16 a 24 años, por ejemplo, calificaron de mala su salud física y mental, mucho peor que los mayores de 65 años. Y en estos últimos años, los adultos mayores fueron los menos propensos a manifestar estrés psicológico, dolores de cabeza y fatiga.
La telesalud y la atención de urgencia han aumentado. En el 2020, las consultas de Medicare de telesalud aumentaron a 52.7 millones —frente a alrededor de 840,000 en el 2019— y continúan llegando a millones. Cuando vemos a un profesional médico, suele ser en un rincón apartado de una farmacia o una supertienda, ya que las empresas como Walgreens, CVS y Walmart incursionaron en la atención de urgencia, los exámenes médicos e incluso la atención de heridas y lesiones leves. Eso no va a desaparecer. Recientemente, Amazon puso en marcha una nueva clínica médica virtual que trata problemas comunes como alergias, caída del cabello y trastornos de la piel. El otoño pasado, CVS gastó $8,000 millones en una red de médicos y profesionales clínicos que hacen visitas a domicilio. “Su objetivo es hacerse cargo de toda la atención en el hogar”, declaró al New York Times el Dr. Eric Topol, profesor de Medicina Molecular en Scripps Research, de San Diego.
Sin embargo… la aptitud física puede deteriorarse. Las sesiones de ejercicios en internet aumentaron a raíz de los cierres provocados por el coronavirus, pero el 50% de los miembros de gimnasios dijeron que no volverían a asistir. Cerca de uno de cada cinco adultos mayores de 50 años manifestó haber tenido un deterioro en la calidad del sueño durante la COVID-19. Casi dos de cada cinco personas de 70 años o más en el país afirman haber postergado la atención médica. “Veo pacientes que llevan tres y cuatro años de demora en las colonoscopías y mamografías, y eso ha dado lugar a que se demore el diagnóstico de casos más avanzados de cáncer”, explica Jeannette Guerrasio, una internista de Denver. Además, casi la mitad de los adultos mayores de 65 años que contrajeron COVID-19 afirman tener menos capacidad para emprender actividades físicas, como caminar y hacer ejercicio.
También hay una tendencia alarmante. Si bien la población mayor en general sobrellevó la pandemia mejor desde el punto de vista psicológico que las generaciones más jóvenes, se han producido focos desalentadores.
En los últimos años aumentó el consumo de sustancias entre los adultos mayores. No nos referimos a las gomitas esporádicas con cannabidiol, aunque el consumo de CBD está subiendo mucho entre los adultos mayores. El porcentaje de muertes vinculadas al alcohol en la población mayor de 65 años alcanzó máximos históricos en el 2020. Las muertes por opiáceos entre los mayores de 65 años también tendieron a aumentar (aunque en términos de cifras totales de consumidores compulsivos, los más jóvenes siguen superando con creces a los de más edad). Los adultos mayores pueden resistirse a recibir tratamiento en centros adaptados a las poblaciones más jóvenes. Como dice Guerrasio: “Espero que la COVID-19 les haya enseñado a los adultos mayores a sentirse más libres para reconocer que necesitan ayuda”.
Trabajo y economía
Desde las oficinas a los comercios minoristas, ahora la vida se transmite en pantallas grandes y pequeñas...
Sin embargo, la crisis de la cadena de abastecimiento ha aminorado el ritmo del mercado.
Las compras virtuales se disparan, pero el sistema lucha por cumplir sus promesas. Los meses de cuarentena modificaron la forma en que la población del país gana dinero, compra, invierte y ahorra. El dinero en efectivo desapareció en un abrir y cerrar de ojos, y ahora para pagar es necesario ingresar los datos de una tarjeta de crédito o pasarla por una máquina, lo que no supone ningún problema si no tienes trastornos cognitivos o de destreza propios de la edad. Entre las personas que nunca habían comprado por internet antes del 2020, el 40% lo estaban haciendo en menos de un mes y, en el caso de los adultos mayores, se trataba de artículos de uso cotidiano para los que nunca habíamos dependido de internet: pasta de dientes, salsa de tomate, tachuelas, almuerzo… y todo llegaba por arte de magia, con entrega sin contacto, después de que lo rastreáramos hasta nuestro hogar.
El trabajo se ha desplazado hacia las viviendas. ¿“Ir” a trabajar? Ya no tanto. Antes de la pandemia, se ocupaban el 95% de los inmuebles comerciales de las ciudades de EE.UU. Ahora se ocupan menos del 50%, en lo que algunos llaman “el apocalipsis de la oficina”. Además, es probable que un tercio de los viajes de negocios desaparezcan para siempre, según predice Jeffrey Cole, del Centro para el Futuro Digital de la USC. “La comunicación por Zoom es mucho más fácil y económica que tomar un vuelo nocturno a Nueva Jersey”, destaca Cole. El 41% de los boomers afirman que preferirían seguir trabajando a distancia después de la pandemia. Sin embargo, celebrar reuniones de ventas en la mesa de la cocina supone algunos contratiempos. El promedio de horas de trabajo extraordinarias aumentó un 28%. Estos y otros cambios laborales formaron parte de una reestructuración de la mano de obra nacional, ya que casi la mitad de los trabajadores comenzaron a buscar otros empleos en lo que se denominó la “gran renuncia”.
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